Berti, Eduardo. Círculo de lectores. Madrid: Páginas de Espuma, 2020. 222 p. (Voces / Literatura; 290). ISBN 978-84-8393-273-5.
El círculo de lectores al que Eduardo Berti nos invita a sumarnos en clave oulipiana (por referencia a OuLiPo, el «Taller de Literatura Potencial» o Ouvroir de littérature potentielle fundado en 1960 por el escritor francés Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais) es un círculo de reconocimiento, pluralidad y complejidad. En este contexto, Eduardo Berti fue el primer escritor latinoamericano en pasar a formar parte de OuLiPo en 2014. Antes, otros nombres significados como Marcel Duchamp (1962), Georges Perec (1967), Italo Calvino (1974) y sobre todo otros autores de la literatura francesa, habían engrosado su lista.
Círculo de lectores se compone del retrato de diecinueve lectores de ficción, divididos en dos partes y nueve textos independientes, que hacen clara referencia a los maestros de esta filogenia literaria que trataremos de seguir a continuación, entre ellos: «Instrucciones para leer un libro» (reescritura de «Instrucciones para subir una escalera» de Julio Cortázar, según nos indica el autor en sus notas finales), «Biblioteca breve» (homenaje a Jacques Roubaud, escritor y matemático francés integrante de OuLiPo desde 1966 e inventor de nuevas formas como el «emir» o «haiku oulipiano generalizado») o «Continuidades del cuento» (que toma como punto de partida el cuento «Continuidad de los parques», también de Cortázar, y según nos indica el autor, «utiliza palabras presentes en el cuento, empleándolas sin alterar el orden en el que aparecen en el texto», con lo que vamos entendiendo cuáles son los referentes y los materiales que entran en juego).
Un nudo conceptual y una filogenia literaria potencial
De entre todos los retratos de lectores que nos presenta Berti nos podemos fijar casualmente en la historia del Sr. Soames, que busca el «nudo conceptual del libro» en su medio aritmético. Siguiendo este ejemplo, aunque ligeramente descentrado, es posible encontrar en la página 147 de Círculo de lectores otro nudo de significación en la referencia a Paul Valéry, cuando menciona el caso del escritor de ficción Peyandreau, que se hace pasar por el escritor real Marcel Aymé:
No sería ilógico que, entusiasmado, nuestro Peyandreau se pidiera otra licencia. Pero llegan las vacaciones y a la sombra de unos alerces, en una casa de campo que le presta un buen amigo (que le alquila un conocido, en realidad, a un precio bastante módico), termina al fin su relato, porque él no abandona el texto al modo de Paul Valéry: él lo termina. Lo termina y, puesto a correr el riesgo, se lo envía al maestro Aymé.
Encontrar la referencia a Valéry nos da la pista para una larga lista de conexiones lectoras potenciales no necesariamente causales.
Comencemos pensando sobre el modernismo literario, que se inicia en Francia con el parnasianismo, como una reacción contra el romanticismo de Victor Hugo y el realismo en literatura. Esto dio paso a la poesía simbolista de Charles Baudelaire –de quien se dice que acuñó el término «modernité», tan presente aún en el modo de ver y crear el mundo que nos rodea–, que a su vez se impregnó de la literatura de Edgar Alan Poe. Kevin J. Hayes, editor de The Cambridge companion to Edgar Allan Poe (2002), define al bostoniano en el contexto del siglo XIX como un anticipador «único» del arte moderno y del «arte por el arte». De este último se reseña la influencia que tuvo sobre Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Continuando en Francia, desde Baudelaire podemos leer a Stéphane Mallarmé y llegar así a la lectura de Paul Valéry, que en su juventud, en carta a Mallarmé consideraba: «Tengo en alta estima las teorías de Poe, aprendidas de modo tan profundo como insidioso». Las ramificaciones de estas influencias pueden ser aún más complejas. Se puede pensar en la influencia de Paul Valéry sobre Raymond Roussel, cuyas dos obras más conocidas, Impressions d’Afrique (1910) y Locus solus (1914), están escritas de acuerdo a restricciones formales basadas en juegos de palabras, que tendrán gran importancia para la escuela de la literatura potencial.
Roussel consideraba según nos cuenta Calvin Tomkins en su estudio sobre Duchamp (Anagrama, 1999) que:
Una obra literaria no tiene que contener nada real, ninguna observación acerca del mundo, nada salvo combinaciones de objetos totalmente imaginarios.
A continuación, antes de llegar a OuLiPo es inevitable considerar el surrealismo y sus influencias, entre las que se encuentra Roussel, la patafísica de Alfred Jarry, y el movimiento dadaísta fundado en Zúrich en 1916 por Tzara, Ball y Arp. De hecho OuLiPo se considera heredero y un subcomité del Colegio de Patafísica y este tuvo su mayor influencia fuera de Francia en el Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires fundado por Juan Esteban Fassio. El propio Queneau había iniciado su andadura artística en el surrealismo en 1924 pero se alejó por desavenencias con André Breton en 1930. Queneau fundó OuLiPo como una asociación declaradamente antivanguardista –cansado quizá de estas diatribas estéticas– pero también antiacadémica al seguir a Jarry. Sin embargo, no dejan de abrazar el poder de visualización y distinción que otorga convertirse en escuela, frente a la individualidad oscura del escritor singular y desconectado de maestros y discípulos.
La influencia del surrealismo en la literatura latinoamericana es muy conocida, contó con el apoyo entusiasta de muchos escritores latinoamericanos. En Argentina, pese a los reparos de Jorge Luis Borges (que tenía su propia capacidad generadora de un mundo alternativo), el surrealismo tuvo una gran influencia en Julio Cortázar y causó una influencia tardía en Alejandra Pizarnik. En México, el poeta Octavio Paz, que fue amigo personal de Bretón, le dedicó al surrealismo varios ensayos.
Pero como decíamos, OuLiPo se separa del surrealismo, podría decirse que es un surrealismo invertido, puesto que el surrealismo es antirracionalista y busca en el inconsciente un procedimiento de creación sin restricciones que revela otra realidad, mientras que el paradigma oulipiano traza una ruta en sentido contrario, aplicándose consciente y razonadamente restricciones que permitan nuevas formas de creación («manierismos formales» como lo denomina el filólogo Ernst Robert Curtius o juegos literarios a la manera de los alejandrinos), lo que les aleja también de Dadá y su culto al azar.
De la literatura francesa podemos llegar a la literatura latinoamericana siguiendo otras conexiones. En La vuelta al día en ochenta mundos (1967) escribe Julio Cortázar sobre la conexión entre Duchamp, Roussel, París y Buenos Aires:
Como es lógico, la crítica seria sabe que todo esto no es posible, primero porque el Lyncée era un navío imaginario, y segundo porque Duchamp y Roussel no se conocieron nunca (Duchamp cuenta que vio una sola vez a Roussel en el café de La Régence, el del poema de César Vallejo, y que el autor de Locus solus jugaba al ajedrez con un amigo. “Creo que omití presentarme”, agrega Duchamp). Pero hay otros para quienes esos inconvenientes físicos no desmienten una realidad más digna de fe. No solamente Duchamp y Roussel viajaron a Buenos Aires, sino que en esta ciudad habría de manifestarse una réplica futura enlazada con ellos por razones que tampoco la crítica seria tomaría demasiado en cuenta. Juan Esteban Fassio abrió el terreno preparatorio inventando en pleno Buenos Aires una máquina para leer las Nouvelles impressions d’Afrique en la misma época en que yo, sin conocerlo, escribía los primeros monólogos de Persio en Los premios apoyándome en un sistema de analogías fonéticas inspirado por el de Roussel; años más tarde Fassio se aplicaría a crear una nueva máquina destinada a la lectura de Rayuela, completamente ajeno al hecho de que mis trabajos más obsesionantes de esos años en París eran los raros textos de Duchamp y las obras de Roussel. Un doble impulso abierto convergía poco a poco hacia el vértice austral donde Roussel y Duchamp volverían a encontrarse en Buenos Aires cuando un inventor y un escritor que quizá años atrás también se habían mirado de lejos en algún café del centro, omitiendo presentarse, coincidieran en una máquina concebida por el primero para facilitar la lectura del segundo.
Sobre Juan Esteban Fassio sabemos que a finales de 1940 o principios de 1950 lee en La nouvelle revue française, un artículo sobre la fundación, en París, del Collège de ‘Pataphysique con el que empieza a interesarse por esta sociedad de pensadores y artistas. En 1954 publica en Letra y línea, revista de corte surrealista dirigida por Aldo Pellegrini, el texto «Alfred Jarry y el Colegio de ‘Patafísica». Fassio será traductor de Jarry y principal importador en Argentina de la patafísica, y sabremos de él, sobre todo por la historia de Cortázar.
Estas coincidencias se refuerzan con el puente entre París y Buenos Aires, que como recordaba Aileen El-Kadi (2005) en su reseña de The lights of home: a century of Latin American writers in Paris (2003), la investigación que Jason Weiss le dedicó al papel que París jugó en muchos escritores hispanoamericanos:
La influencia de los poetas franceses del Parnaso contribuyó definitivamente en los escritores que formarían el primer movimiento artístico en Hispanoamérica, el modernismo; escritores que más tarde viajarían a Francia y que para comienzos del siglo XX constituirían la primera colonia de escritores hispanoamericanos en París; se trataba del inicio de un puente entre dos espacios reales y mentales, dos centros de producción y recepción artística que hoy ya no posee la misma intensidad, pero que por un siglo ha contribuido a definir lo que hoy es la literatura hispanoamericana.
Este es el círculo de lecturas que nos puede permitir trazar la conexión potencial entre los parnasianos, Peyandreau, Valéry, Roussel, Cortázar, Jarry, Fassio, Queneau y finalmente Berti, sus textos y nuestra lectura de estas influencias. Quizá sea un camino de lectura no totalmente coincidente con los finis operis de Berti, pero sin duda es un camino de lectura que nos lleva a la literatura potencial como una escuela que se separa del realismo pero también del surrealismo. En esta obra encontramos sobre todo el humor que nos recuerda con simpatía a la patafísica y la preocupación por la forma literaria de la literatura oulipiana, que sin embargo no se hace nada enrevesada sino sencilla.
Elecciones de filosofía literaria
Si pensamos en el camino que se bifurca entre realismo (y toda la estirpe literaria que estudió Erich Auerbach en su obra Mimesis: la representación de la realidad en la literatura occidental) y el antirrealismo del surrealismo, o el formalismo de la literatura potencial, ¿qué camino de lecturas preferimos seguir?
Decíamos al comienzo que el círculo de lectores de Berti es un círculo de reconocimiento, pluralidad y complejidad. Cabe reconocernos en los intereses, hábitos e incluso manías de estos lectores y autores, y así nos acercamos a la gran pluralidad de variantes formales y escuelas de la literatura que nos llevan a perdernos en la complejidad del lenguaje y sus juegos. Sin haber llegado a una conclusión, aunque sí a ciertas afinidades, siempre continuaremos leyendo en busca de más lecturas.
Bibliografía
- Cortázar, Julio (1967). La vuelta al día en ochenta mundos. México: Siglo XXI Editores.
- El-Kadi, Aileen (2005). «Escritores hispanoamericanos en París: experiencias de búsquedas». Confluencia, vol. 20, no. 2 (spring 2005), p. 246-248. Obra reseñada: The lights of home: a century of Latin American writers in Paris, de Jason Weiss. Disponible en línea: <https://www.jstor.org/stable/27923095>. [Consultado el 10-01-2021].
- Hayes, Kevin J. (ed.) (2002). The Cambridge companion to Edgar Allan Poe. Cambridge: Cambridge University Press.
- Tomkins, Calvin (1999). Duchamp. Trad., Mónica Martín. Barcelona: Anagrama.
- Weiss, Jason (2003). The lights of home: a century of Latin American writers in Paris. New York; London: Routledge.