Corral, Wilfrido H. Discípulos y maestros 2.0: novela hispanoamericana hoy. Madrid: Iberoamericana; Frankfurt am Main: Vervuert, 2019. 610 p. (Ediciones de Iberoamericana; 102). ISBN 978-84-9192-041-0. 36 €.
Wilfrido H. Corral (Guayaquil, Ecuador, 1950) nos presenta en Discípulos y maestros 2.0 un profuso estudio sobre la novela hispanoamericana desde mediados del siglo XX hasta nuestros días. La obra aborda la lectura y valoración crítica de la narrativa de hoy frente a sus antecedentes, la vieja querella entre antiguos y modernos, y la discusión contemporánea sobre el canon y sus márgenes.
Corral, doctor por la Universidad de Columbia, es especialista en literatura hispanoamericana contemporánea, ensayista y profesor. Ha impartido docencia en la Universidad de Stanford y en la Universidad Estatal de Sacramento (California). Es autor de obras como Cartografía occidental de la novela hispanoamericana (Quito: Centro Cultural Benjamín Carrión, 2010), Bolaño traducido: nueva literatura mundial (Madrid: Escalera, 2011), El error del acierto: contra ciertos dogmas latinoamericanistas (Quito: Paradiso, 2006), Condición crítica (Quito: Antropófago, 2015), entre una extensa bibliografía de publicaciones especializadas que llegan hasta la presente, Discípulos y maestros 2.0 (2019).
Corral exhibe su gran conocimiento de los autores, sus referencias y su contexto, que presenta con la aparatología académico-universitaria que hace la obra más apta para especialistas o lectores muy interesados en el seguimiento de su lectura. En el preámbulo nos recuerda lo insoslayable que sigue siendo el fenómeno editorial del boom en el ámbito al que nos referimos:
«Si uno se guía exclusivamente por la ingeniería editorial y los premios, la atención de las últimas dos décadas a los nuevos narradores continuará aproximándose a los nuevos del viejo boom. Esa progresión tiene paralelos y antecedentes en el interés inicial por el boom de los años setenta en el centro editorial que era España, donde recientemente el número de libros publicados ha disminuido un poco, mientras aumenta en Hispanoamérica» (p. 12).
En la tarea de preguntarse qué es central en la novela hispanoamericana hoy, Discípulos y maestros 2.0 define varios temas que dan orden a su discurso: los «clásicos» resemantizados (cap. I), los novelistas nómadas o globalifóbicos (cap. II), la recepción de la crítica española (cap. III), la literatura en la literatura o sobre la metaliteratura más allá del boom (cap. IV), la narrativa del selfie de los novísimos autores, hasta un último capítulo dedicado a la influencia de la publicación en inglés de algunos autores «latinounidenses» (cap. VI).
La lectura la obra se nos presenta como un ensayo-río, de lectura no-lineal ni cronológica, que hace evidente la gran acumulación de materiales útiles para iniciar múltiples líneas de lectura. En muchas ocasiones el autor actúa como relator de lecturas y otras como crítico que se explaya más sobre unos autores que sobre otros. En esos momentos vamos entendiendo cuáles son sus afinidades.
El canon, sus márgenes y la querella entre antiguos y modernos
A la cíclica tarea de colocar lo nuevo frente a lo antiguo, o como lo denomina el autor, a «resemantizar el gravamen de los clásicos y de narradores u obras olvidados» dedica los primeros capítulos y precisa:
«En un momento en el que las etiquetas críticas benefician más a los críticos es inevitable desembarazar esas comparaciones, porque los antiguos maestros siguen sonando más fuerte que los discípulos. Por ende, estos capítulos revisan cómo las teorías narratológicas más representativas no pueden abolir la explicación de la Obra Maestra, lo verdaderamente nuevo o experimental, o qué es un autor en las antípodas» (p. 13).
A pesar de mantener la valoración de la obra maestra y por tanto de los maestros que pueden acabar constituyendo un canon, Corral también considera importante investigar en los laterales, que acaban siendo considerados como el envés de una misma hoja:
«Entender a los noveles requiere concentrarse en áreas laterales, porque un subtexto de su historia es integrarse a la tradición para proveer formas imaginables a su pasado, que llega pronto. Discípulos y maestros 2.0 muestra cómo se llega a vislumbrar esas formas en una cultura literaria» (p. 16).
No es partidario de dar el canon por cerrado como lo es el más canónico de los canónicos:
«No hay que guiarse por comentarios como los de Harold Bloom a El País en diciembre de 2014, que sostienen que en la literatura actual no hay nada “radicalmente nuevo”»(p. 28).
Bloom, como sabemos, presenta un gravísimo sesgo anglosajón que deja fuera muchas otras literaturas y autores. De nuestro ámbito solo considera a Cervantes y García Márquez. Será entonces otro canon el que debe construirse:
«Mientras más averigüemos sobre otros autores y obras olvidadas del pasado (véase el tercer capítulo), más enriqueceremos no solo el canon sino la circulación revisionista que tanto necesita la historia literaria hispanoamericana» (p. 62).
Contra clichés, nuevos paradigmas
Veamos algunos ejemplos, Corral comienza señalando la dialéctica entre el consenso actual y pasado sobre clásicos y marginales: reconocimiento nacional en los respectivos países latinoamericanos y la recepción de la crítica española (o anglosajona en mucha menor medida) sobre la que destaca citando a Ignacio Echevarría (autor de Desvíos: un recorrido crítico por la reciente narrativa latinoamericana (Santiago de Chile: Universidad Diego Portales, 2007) y valedor en su momento de Bolaño en España) al que sigue muy de cerca:
«Echevarría se pregunta con razón si el exotismo, a pesar de sus lastres, no constituyó el reclamo con el que la literatura hispanoamericana “adquirió frente al mundo carta de naturaleza y alcanzó difusión internacional”».
Esta historia sigue muy presente hoy día y exige ir mucho más allá, tanto hacia el pasado como hacia el futuro:
«Resemantizar los clásicos también quiere decir distinguir claramente, más allá del mundillo y la contemporaneidad en que vivimos, entre aquellos y los éxitos de venta (Allende, Zoé Valdés, Esquivel, Mastretta, la colombiana Ángela Becerra), entre generaciones, entre el seudocompromiso (Sepúlveda, Dorfman, Gioconda Belli) y entre la crítica cegada por el exotismo y tropicalismo para la exportación. Los éxitos de venta hispanoamericanos se siguen ubicando en ese espacio crepuscular amado por los realistas mágicos, entre verdad histórica y fantasía pura» (p. 78).
Sin duda, la novela latinoamericana es mucho más que éxitos a rebufo del cliché de los maestros. Y a esta tarea de exploración, es a la que nos entregamos leyendo este ensayo hacia atrás y hacia delante, entrecruzando referencias, pues el autor nos recuerda que huye de una historiografía reificada:
«“Clásico” y “clasicismo” son términos repletos de significados variados y contradictorios, y en los manuales se establece una relación con las denominaciones referidas a “los elegidos” o los Kanones griegos. Son nociones que la historiografía literaria reifica, y hoy están alteradas con esquemas y prácticas poco estéticas, con periodizaciones sui generis, falta de pluralismo teórico […]» (p. 61).
Frente a los autores reconocidos por el consenso mayoritario sobre el canon, Corral nos descubre y nos despierta el interés por otros autores como Juan Emar, muy lejos de la consideración internacional:
«Mientras más averigüemos sobre otros autores y obras olvidadas del pasado, más enriqueceremos no solo el canon sino la circulación revisionista que tanto necesita la historia literaria de Hispanoamérica. […] Leer la versión definitiva de Umbral del chileno Juan Emar (1893-1964) muestra cómo, a diferencia de la “joyceización” de nuestra narrativa con que se abanderaba Fuentes en los años setenta […], desde los treinta podríamos hablar de la “emarización” de ella. […] Ese es un valor inmediato y primerizo para resemantizar la narrativa actual» (p. 62-63).
César Aira sería otro ejemplo de esta línea vanguardista, autor de más de 100 libros contando con el citado a continuación:
«Hacia el principio de El gran misterio (2018), de César Aira, el narrador dice que lo suyo no es derribar puertas sino probar muchas llaves al azar, reducir incógnitas, no sin antes analizar plenamente “el gran misterio”, sea lo que fuera» (p. 25).
Tal foco de interés en «los raros» no es nuevo para Corral pues ya en 1996 les dedicó «Nuevos raros, locos, locas, ex-céntricos, periféricos y la historia literaria del canon de la forma novelística», Revista hispánica moderna, vol. 49, n.º 2 (dic. 1996), p. 267-284.
Consideraciones bibliométricas
Como venimos señalando, los autores y sus respectivas tradiciones no son tratados de modo cronológico, dejando la impresión de considerar en mayor medida las obras de ayer que las de hoy. A pesar del interés por los laterales y los márgenes, el centro del canon sigue muy presente. Un análisis bibliométrico para despejar estas impresiones subjetivas nos muestra que los 10 primeros autores más mencionados en la obra son Roberto Bolaño (139 menciones), César Aira (93), Mario Vargas Llosa (84), Jorge Luis Borges (63), Jorge Volpi (60), Carlos Fuentes (51), Mario Bellatin (51), Enrique Vila-Matas (51), Leonardo Valencia (47) y Julio Cortázar (44). De estos autores, tres son nacidos con posterioridad a 1960: Jorge Volpi (1968), Mario Bellatin (1960) y Leonardo Valencia (1969).
Mientras que la clasificación de los primeros 10 autores más mencionados posteriores a ese año de referencia, después de los tres anteriores, son: Alberto Fuguet (41 menciones), Eduardo Becerra (36), Rodrigo Fresán (29), Ignacio Padilla (29), Edmundo Paz Soldán (28), Rita Indiana Hernández (22) y Cristina Rivera Garza (21).
Los autores más jóvenes, nacidos con posterioridad a 1975, reciben un promedio de 12 referencias: Mónica Ojeda (1988), 11 menciones; Valeria Luiselli (1983), 11 menciones; Samanta Schweblin (1978), 7 menciones; Emiliano Monge (1978), 3 menciones; Ariana Harwicz (1977), 17 menciones; Daniel Alarcón (1977), 14 menciones; Andrés Neuman (1977), 10 menciones; Rita Indiana Hernández (1976), 22 menciones.
Los autores a los que Corral ha dedicado monografías, como son Roberto Bolaño (1953) o Mario Vargas Llosa (1936), tienen un peso especial en las lecturas y análisis de la obra, estos son autores a los que se menciona en contraposición al resto de forma muy frecuente. Y conforme las obras tratadas pasan a estar más cercanas en el tiempo, la recurrencia de estas referencias es cada vez menos frecuente.
Afinidades electivas y renovación
Cuando el autor no trata de expresar algo por medio de lo que otros han dicho, encontramos valoraciones como estas sobre Bolaño, del que nos dice: «Los detectives salvajes, otro tipo de revolución “mexicana” y la mejor de las novelas totales de los años noventa, padeció similar desconocimiento al principio, aunque 2666, aun en la reciente versión redactada por Alfaguara, es la mejor del nuevo siglo» (p. 69).
Siguiendo por Vargas Llosa y por las consideraciones sobre la novela total, nos recuerda unas declaraciones del peruano en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2016: «No sé si es atrevido decir que a los novelistas de hoy les falta ambición, pero es cierto que los autores más jóvenes ya no creen en la novela total (…). Eso no quiere decir que la gran novela, la novela grande, esté derrotada. De pronto vuelve. Pensemos en Bolaño» (p. 21) y sobre la obra de este, sostiene Corral que «la recepción mayor de La ciudad y los perros como un clásico se debe a su sutil combinación de estética y compromiso más que a las crisis coyunturales de la narrativa en español. Vargas Llosa sabe sopesar las estructuras novelísticas clásicas con las más actuales, y en sus novelas no hay impresión de observar un ganso relleno de paté de ganso» (p. 81).
Sobre la contraposición de Ricardo Piglia y Vargas Llosa, Corral no considera adecuado para la buena literatura un exceso de intelectualismo: «Cuatro años separan Piglia de Vargas Llosa; los distinguen décadas de logros y reconocimientos» (p. 48), «hace más de veinticinco años Piglia escribió su última novela buena, Respiración artificial (1980), y se tomó treinta y tres más para escribir una que se le aproxima, El camino de Ida (2013)» (p. 52), «en Piglia la novela accede menos a la profesionalización y más a una forma de figurar en la política intelectual» (p. 56).
Frente a Piglia considera mejor a Juan José Saer, el «autor del irrefutable clásico El entenado (1983), Saer es también uno de los novelistas más sabios al enlazar teoría y práctica. El concepto de ficción (1997), La narración-objeto (1999), Trabajos (2006), más los borradores inéditos publicados como Papeles de trabajo (2012)» (p. 56).
Se menciona a Di Benedetto pero apenas se le valora en profundidad. Se comenta que Coetzee considera que quizá Zama (1956) «sea la Gran Novela Americana, aunque los estadounidenses la ignoren» (p. 118), que Pentágono (1955) es un exagerado precedente de Rayuela (1963) y que la admiración de Bolaño por el autor, que puede considerarse un «escritor para escritores» junto con la reciente producción cinematográfica de Zama (2017) explica el renovado interés crítico por este autor también en el ámbito anglosajón.
¿Y de los nuevos? Como hemos visto en el análisis de citas, le dedica una especial atención a la argentina Ariana Harwicz (1977) y a la ecuatoriana Mónica Ojeda (1988), que constituyen un tándem virtual de intereses y de modo de enfocar la literatura. La segunda le dedicó un ensayo a la primera: «Ariana Harwicz o la escritura caníbal» (Quimera, n.º 407 [2017], p. 38-40) y explica su enfoque en «Sodomizar la escritura» (Babelia, 30 de junio de 2018), que Corral valora como una renovación pero con precauciones:
«Que se asevere que algún novelista milenial está “entre los mejores autores jóvenes de América Latina”, o que alguno suyo sea “libro del año”, en España, no significa que Ariana Harwicz (Argentina, 1977) no desafíe más o mejor lo que se entiende por novela hispanoamericana con Matate, amor (2013), La débil mental (2014) y Precoz (2015), trilogía tremendista no programada en que las mujeres, y la autora, se apropian de la violencia y deseo antes acaparados por el lenguaje varonil».
La duda precisamente es si este nuevo desarrollo no será más efímero que los del pasado, si se sostendrá en el tiempo, si no se quemará más rápido llevado por el ritmo acelerado de los tiempos actuales:
«Harwicz y Ojeda renuevan la novelización de pulsaciones familiares, privilegiando las relaciones con las madres porque su generación no necesita reivindicaciones épicas. Pero ¿cuán sostenible es su tremendismo?» (p. 277).
En las conclusiones finales, Corral vuelve a señalar sus nombres como futuros maestros para nuevos discípulos:
«Sus modelos deben ser el chileno [Bolaño], [César] Aira, [Alejandro] Zambra, [Juan Gabriel] Vásquez, [Rita] Indiana (que escribe la novela del futuro según Chirinos), y quizá Harwicz y Ojeda con futuras novelas de más cuerpo» (p. 546).
Pluralidad y tiempo
Las líneas de relectura que nos plantea Discípulos y maestros 2.0 son muy variadas, como hemos tratado de reconocer en este espacio. La pluralidad de autores y de obras siempre es de celebrar. Pero pluralidad no es exceso comercial, ni repetición de géneros comerciales y ni clichés en busca del fácil reconocimiento. Depende de nosotros decidir qué preferimos, si la búsqueda de la novela total, la ascensión a la gran montaña de palabras, la búsqueda de la novedad o la arqueología del pasado. Depende de nosotros construir nuestro canon, ampliarlo, enriquecerlo o seguir el camino de la simplificación y el minimalismo que, Corral también nos recuerda, ha sido una importante línea de desarrollo en la literatura hispanoamericana:
«Monterroso, añadiendo a su idea (en Movimiento perpetuo, 1972) de que los problemas del escritor no son siempre de desarrollo o subdesarrollo del país en el que vive, dice en “milagros del subdesarrollo” de La vaca (1998) que una ventaja de la pobreza es que las bibliotecas son tan pobres que solo cuentan con libros buenos, los clásicos, y no pueden comprar libros malos: los modernos. Aira señala, como Gabriel Zaid, que hay demasiados libros, y la vida es breve para permitir leer “novedades”» (p. 75).
Con todo y en busca de tiempos perdidos, seguiremos subiendo montañas y disfrutando los valles.